Retratos

¿Por qué me interesa el retrato?.

El retrato es como la página en blanco, no es posible saber con anticipación qué va a surgir de la inquietud espontánea. Es no saber lo que se busca hasta que se lo encuentra. Es no saber qué se va a decir, qué se va a escuchar, qué se va a mirar o descubrir. Es contemplar, aunque nos traicione un plan propio y repentino, que el otro tiene también uno con el cual nos encontramos.

El retrato es ir a un lugar incierto. Es la duda ante lo inesperado y al mismo tiempo la motivación detrás de la cual hay un mundo que funciona como un reloj de certezas. No hay expectativa más que la de transitar un espacio vacilante y misterioso.

Los conflictos propios y sus razones o la búsqueda obsesiva del detalle, pueden dejarnos al borde de la muerte o en el umbral de una ilusión latente. Registrar el paso del tiempo es lo que sin darnos cuenta
se revela ante la imaginación para adivinar algo de nosotros mismos. El escenario es la pared o el universo caótico de lo cotidiano. La luz no es una condición técnica, es el recurso ineludible del día con su clima y de la memoria con su vaivén de expectativas.

No retrato con el interés de mostrar lo que veo, lo hago con la voluntad de descubrir lo que miré inconscientemente. Del mismo modo, más que la vivencia del espectador ante la imagen, me interesa aceptar que esa subjetividad es incontrolable.

Retratar es una fantasía encubierta. Es la sombra que abandona la resignación y se deja conquistar. Es olvidarnos de que aún estando perdidos, inevitablemente aparece alguna imagen que nos conmueve. Nos sorprende no recordar el instante en donde el click y la retina se pusieron de acuerdo para ignorar la decisión de lo que creímos ver.

 

Christian Bordes